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EL CÍRCULO

Autor. Donald Margulies

Dirección: Agustín Alezzo y Nicolás Dominici

Teatro El Duende

Recordar viene del latín “recordari”: “re”(nuevo) y “cordis” (corazón). Recordar quiere decir “volver a pasar por el corazón”.

 

Algo de eso tiene la vuelta a Brooklyn para Eric Weiss (Lizardo Laphitz), escritor que en su tercer intento logra el éxito con su novela “Brooklyn Boy”.

 

Weiss comparte el nombre con el mago Houdini, y al igual que éste es un maestro del escape. Weiss escapa de otras cadenas, las suyas son las de Brooklyn, la ciudad que lo vio crecer. Para construir su propia identidad corta los lazos que lo unían con la idiosincracia judía, con la mentalidad de una época, y con el barrio que fue escenario de su infancia.

 

Cuando retorna, para visitar a su padre enfermo, postrado en el lecho de muerte, debe enfrentarse con todo aquello que dejó atrás y de lo cual renegó. Su encuentro con su padre moribundo no le remite ninguna alegría. El no le reconoce el éxito, ni se enorgullece de un hijo que logró estar en la lista de bestsellers.

 

Weiss vuelve al lugar del que partió, como en un círculo. Allí también se encuentra con un compañero de infancia que representa todo lo que él abandonó: la familia, la religión, la perpetuación de las raíces.

 

En la etapa madura de su vida, y en la cúpula del éxito literario, Weiss gira y gira dando vueltas, sin encontrar lo que buscaba. Su meta, alcanzada, se vuelve difusa.

 

Sin ánimo de reconciliación transita sin embargo por esos parajes, al lidiar con su padre, con su amigo y con su ex esposa.

 

El círculo” es una obra que indaga en la identidad, cómo esta se construye o no en la mirada del otro, el deseo, el sentido de la vida; temas existenciales por excelencia. Esta pieza toca todos estos temas y lo hace sin volverse ceremoniosa. Al contrario, el mérito de la pieza de Margulies es que tiene una vitalidad, una frescura, y un humor que sacude toda posibilidad de caer en lugares comunes.

 

En la puesta de Alezzo y Dominici, se genera una átmosfera intimista, y como de ensueño. El espacio reflexivo y de contemplación del personaje principal se plasma a través de la luz, y de una escenografía suscinta, que logra crear los diferentes espacios reales y mentales de Eric Weiss.

 

Es así como en cada uno de los encuentros de Weiss con las personas centrales de su vida (su progenitor, su mujer, su amigo) se genera un clima sagrado, un tiempo “otro”, como detenido, ignorante del tic tac implacable de las agujas del reloj.

 

En contraste con estos momentos, están los pasajes más mundanos de la obra, que cuentan con mucho humor. Escenas como aquélla en la que Eric Weiss se encuentra con la productora de cine y el actor que harán la película de su libro provocan la risa del público. También lo logra la escena donde Weiss está en un cuarto de hotel con una fan que le cuenta el guión desopilante de una película, dejando en evidencia la brecha cultural y de edad de su vision del mundo respecto a la de Weiss.

 

Los tiempos cambian, lo que era ya no es, y Weiss encuentra el éxito con una novela con aires autobiográficos, mientras su relación con aquellos seres que poblaron su infancia y lo marcaron a fuego, es controvertida y compleja.

 

Con excelentes actuaciones, "El círculo" emociona profundamente y divierte a la vez.

 

Néstor Ducó es maravilloso en su papel de padre quejoso y eternamente insatisfecho que compite con su hijo, sin reconocerlo.

 

Lizardo Laphitz encarna con gran oficio a ese escritor con un presente que se le desmorona, y un pasado que aún reverbera.

 

Cecilia Chiarandini destaca en su escena con Laphitz, como la esposa, colega en las letras, que sufre su fracaso literario y matrimonial.

 

Cristina Dramisino compuso un personaje muy distintivo en la productora de cine, y arranca carcajadas con su ademanes y modismos de la industria cinematográfica más mercenaria; y Bernardo Forteza compone a un amigo de Weiss, muy tierno, con su fidelidad terca, y su arraigo a las costumbres y al seno familiar y religioso.

 

Todo el elenco acompaña actoralmente esta historia en la que el recuerdo se enfrenta con la realidad, y donde las paces se hacen en el corazón, "recordando", y saliendo transformado de esa reminiscencia.

 

EL CÍRCULO, de Donald Margulies, con dirección de Agustín Alezzo y Nicolás Dominici

Viernes y Sábados 21.30 hs. Domingos 19.00 hs.

Teatro El Duende

LAS SIRVIENTAS

Autor: Jean Genet

Dirección: Nora Goldberg

Puerta Roja

Les boys dream of jean genet
High heel shoes and a black beret
And the posters on the wall that say
Les boys do cabaret
Les boys are glad to be gay

 

(Les boys, Dire Straits)

 

Saint Génet

Un vagabundo, ratero, y criminal, Jean Génet fue el escritor que celebró la belleza de la maldad. Sus personajes y los mundos que habita son crueles, sobrellevan el peso de la sociedad con rituales y se deshacen en espejos.
Criado durante un año por su madre prostituta, luego fue entregado a una familia que lo cuidó, hasta que él comenzó a robarles y fue finalmente enviado a un reformatorio.


Toda su vida osciló entre los desmanes, y los atentados contra la moral pública. Ya de chico sus padrastros lo pescaron maquillándose la cara. Pronto estaría prostituyéndose y declarando su homosexualidad sin tapujos, razón por la cual lo expulsaron de la Legión Extranjera en la que se había enlistado.


Génet pasó gran parte de su vida en la cárcel, y es allí donde escribió su primer poema: “El condenado a muerte”. Sus relatos sobre su vida criminal están en “El diario de un ladrón”, pero también aparecen referencias al encierro y a lo carcelario en gran parte de sus novelas y obras de teatro. En París, Génet le mostró sus escritos a Jean Cocteau quien quedó impresionado con su estilo. Él fue, quien junto a Jean Paul Sartre y Pablo Picasso intercedieron ante la justicia para impedir que ésta condenara a Génet a cadena perpetua ante su comisión reiterada de delitos.


La obra de Génet subvierte los valores morales, convierte a los delincuentes y perdedores en íconos, y hace del culto al mal una devoción esteticista. Abundan las traiciones, las fantasías homosexuales, los actos de bajeza y perdición.


“Las criadas”, la obra del autor francés que se convirtió en un clásico, está inspirada en el asesinato cometido por dos sirvientas papistas, que mataron a su ama e hija en 1933. Génet tomaría este hecho de base para construir a sus dos personajes, Solange y Clara, dos hermanas empleadas en la misma casa, que ante la ausencia del ama juegan por turnos los roles del amo y el esclavo, con rituales sadomasoquistas e intentos imaginarios de asesinarla. La primera performance se realizó en el teatro Ateneo, de París, el 17 de abril de 1947. Originalmente pensada por el autor para ser encarnada por varones, ésta se representó con actrices ante la reticencia de la época.


Una figura controvertida, Génet fue un comprometido político. Apoyó las protestas estudiantiles del Mayo del 68 y junto a Michelle Foucault y Sartre protestó contra la violencia policial hacia los argelinos residentes en Francia, luego de que aparecieran cuerpos golpeados flotando en el Siena. Viajó a E.E.U.U donde vivió tres meses con las Panteras Negras de quienes fue propulsor, pasó seis meses en los campos de refugiados palestinos, donde se encontraba secretamente con Yasser Arafat.


En su novela “Pompas fúnebres” hace homenaje a su amante, Jean Decairn, combatiente de la resistencia caído en las barricadas en París durante los días de liberación.


Mientras vivió con los fedayeen, Génet escribió: “Mi maravilla ante una roca, un campo de maíz, el contacto con mano árida, no desparecerán cuando yo muera. Otros hombres lo experimentarán, y estas emociones existirán también por ellos. La felicidad que mi mano conoce al tocar el pelo de un joven, será conocida por otra mano, ya es conocida. Y aunque yo muera, esa felicidad vivirá”.


Witold Grimbowicz, escritor y poeta contemporáneo de Génet es quien encuentra en su obra “una belleza ruinosa, una belleza sucia, inferior y perseguida”. Para él, el gran descubrimiento es esta “belleza moderna” que atrae desde un lugar completamente diferente al de la belleza perfecta de una madona de Rafael, “que para nosotros resulta terriblemente aburrida porque la perfección aburre”.  “Sólo interesa lo que florece… Hay otra cosa en Génet que tiene mucha fuerza, y es que une la belleza a la fealdad. Ha mostrado el reverso de la medalla, ha encontrado una potente unión entre el aspecto positivo de la belleza y su aspecto negro”, señala Grimbowicz.

 

Génet tenía cáncer de garganta y fue hallado muerto, el 15 de abril, en una habitación de hotel en París. Admirado por Cocteau, quien introdujo al “maravilloso, misterioso e intolerable” Génet al mundillo literario, retratado por Giacometti (a quien también le robó), considerado un “genio” por Simeone Beavoir y canonizado por Sartre en su ensayo “Saint Génet”, el autor francés dejó en su escritura un relato vivo de sus experiencias extremas, sus perversiones y sus contradicciones: el honor y la traición conviviendo a la par.  Los descastados, los terroristas, los revolucionarios, los criminales, “los desviados sexuales” fueron los elegidos por Génet para cubrirlos de flores, porque como dice el autor “Si tuviera que representar a un preso -o a un criminal- lo adornaría con tantas flores que él mismo al desaparecer bajo ellas, se convertiría en otra gigante, nueva.”

 

Las sirvientas, de Jean Génet, una versión con actores masculinos, con dirección de Nora Goldberg, se presentó  en Puerta Roja (Lavalle 3636)